Ya hace dos años que declararon el estado de alarma y nuestra vida cambió. No habíamos imaginado que estaríamos en casa sin salir excepto para comprar alimentos, medicinas y trabajos esenciales.
Los docentes estuvimos muy atareados mayoritariamente. La mayoría de mis conocidos y yo misma estuvimos trabajando como locos para atender a nuestros alumnos en la distancia con nuestros propios medios. Fue un esfuerzo brutal. No había trabajado tanto en mi vida como docente.
Nos hicimos a trabajar digitalmente, con las dificultades que cada uno encontró, dependiendo de su formación inicial y del grado de digitalización del centro. Así acabamos el curso en junio de 2020. El siguiente curso fue el de la "semipresencialidad". Con la mitad de la clase en casa y la otra mitad en el aula. No había muchos medios técnicos para hacer aquello y también dependió de los centros la capacidad tecnológica para tal empresa. En general funcionó mal y los temarios se vieron parcialmente.
Tras esos dos cursos "atípicos" este año estamos volviendo a la "normalidad". Los alumnos tienen claramente una falta de base y además algunos tienen graves problemas psicológicos. Este año ya no había limitación de aforo, cabían todos en el aula. Lo único que nos recordaba a la pandemia era el frío que seguimos pasando por tener las ventanas abiertas para evitar el contagio, junto con las mascarillas.
Estamos cerca de que acabe la obligación de llevar mascarilla en interiores, excepto hospitales, residencias de ancianos y transporte público. Es más, quieren empezar por quitar las mascarillas en los centros educativos porque los niños cursan la enfermedad de manera leve. Una vez más la salud del profesorado no importa.
En estos dos años no se ha hecho nada para mejorar el grado de filtrado y ventilación de los centros educativos. Se ha gastado una importante cantidad de dinero en comprar productos de limpieza e hidrogel, cuando ya está demostrado que es un virus aéreo. Es una decisión política, sin duda, la de quitar la obligatoriedad de las mascarillas en interiores. De hecho acaban de quitar la obligatoriedad en Francia cuando hay un repunte de casos y, eso sí, están a un mes de las elecciones presidenciales.
Con el confinamiento la formación pasó a ser a distancia, lo que permitió disfrutar de oportunidades de aumentar conocimientos que de manera presencial habría sido imposible. La formación del profesorado se abrió ante tal situación. En vez de mantenerlo para facilitar el conocimiento hemos vuelto a la absoluta presencialidad.
Ningún sindicato ha planteado reivindicaciones para que se mantuviera la formación a distancia para el profesorado ni una huelga por las condiciones "heladoras" en las que hemos tenido que trabajar en invierno.
Son muchos los compañeros que desinteresadamente han compartido sus conocimientos y sugerencias para no contagiarse. Os recomiendo http://www.prevenciondocente.com/
Estoy convencida de que habrá una 7ª ola. Me gustaría equivocarme.