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domingo, 27 de noviembre de 2011

Calígula y sus naves

En esta última semana revisaba con los alumnos de Latín II el tema de historiografía. Siempre me ha parecido que Suetonio era una lectura divertida según los criterios actuales, por su toque escandalizador. Releí entonces un fragmento de la vida de Calígula
"Construyó también galeras libúrnicas con diez filas de remos, con las popas adornadas con priedras preciosas, con velas de varios colores, en las que había termas, pórticos, comedores de gran amplitud e incluso gran variedad de viñas y árboles frutales, para costear en ellas el litoral de la Campania, sentándose a la mesa de día en medio de danzas y conciertos...(cap XXVII,  Vida de Calígula, trad. de Vicente López Soto).
Las que describe Suetonio eran palacios flotantes para costear la Campania. De un lujo impresionante. De las que si sabemos algo más son las que fueron descubiertas en el lago Nemi.
El lago Nemi está a 316 metros sobre el nivel del mar, es el cono de un volcán, relativamente cerca de Roma, próximo al lago Albano y la villa papal de Castel Gandolfo.Un lugar que aún en verano está verde y fresco.



En el lago Nemi estaba la villa de Caligula, en donde fueron recuperadas dos grandiosas embarcaciones entre los años 1929 y 1931. El lago tenía una aliviadero o desagüe, que regulaba el nivel de las aguas. En su orilla occidental las dependencias de la villa tenían un Santuario dedicado a Diana.
Desde la Edad Media los habitantes de la zona relacionaban el lago con Calígula y se habían encontrado algunas piezas de plomo. El primero que intentó encontrar algo fue el cardenal Colonna en 1446, que tuvo buceadores que encontraron una de las naves en el fondo, pero no pudieron sacarla a la superficie.


Hubo algunos intentos más a lo largo de la historia, hasta que en 1926 se retomó el asunto y se creó una comisión de estudio. El método mejor para hacer emerger las naves era bajar el nivel del lago, y así se hizo por orden de Mussolini. Fue necesario revisar el aliviadero de época etrusca y finalmente el 28 de marzo de 1929 se pudo ver la estructura de la primera nave. Para guardarlas se edificó el Museo delle Navi Romane, hecho con las medidas justas para que las naves cupieran.
La noche del 31 de mayo al 1 de junio de 1944 con la retirada de las tropas alemanas hubo un incendio que las destruyó. Sólo algunas piezas se salvaron por estar en el Museo Nacional. Actualmente se reproducen modelos a escala. En el Museo de Nemi se conservan las reproducciones de algunas piezas pero también originales como fragmentos de suelo, de gran lujo.


Fragmento de pavimento de la primera nave

sábado, 5 de noviembre de 2011

El griego en nuestras vidas (5)

No es exactamente en griego, pero sí su influencia en nuestro día a día. El día 2 de noviembre se estrenó en Madrid una obra que pasó este verano por el festival de Mérida :"Juicio a una zorra".
El título suena un poco fuerte. Se trata de un monólogo en el que Carmen Machi interpreta a Helena, la mujer más hermosa, que según la tradición, desencadenó la guerra de Troya y que como dice en la obra :" yo solo tomé una decisión: amar a un hombre por encima de todo".
No digo yo que Carmen Machi no sea buena actriz. Pero por más que lo intento, no me la imagino de Helena de Troya. Ha habido distintas películas a lo largo de la historia del cine en las que aparece una Helena. De las últimas que recuerdo, una miniserie televisiva en dos capítulos, les dejo aquí la primera parte. Ya me dirán si le encuentran parecido con Carmen Machi, aunque se tiña de rubia.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El mundo grecolatino de ultratumba ( y 3)

Los romanos
Ni los griegos ni los romanos tenían una idea clara y uniforme sobre la otra vida, más allá de la de que las almas de los muertos necesitaban de las plegarias de los vivos. Los ritos fúnebres eran necesarios para canalizar el dolor y el sentimiento de pérdida.
La mortaja para un ciudadano romano solía ser la toga. Tanto en Roma como en Grecia ( en el último período) se ponía una moneda en la boca para pagar a Caronte.
La exposición del cadáver tras la defunción (collocare) podía durar hasta siete días. Al igual que en Grecia coincidieron en el tiempo la inhumación y la incineración, si bien a partir del I d.C. se generalizó la inhumación. Generalmente la inhumación era para la gente pobre y los esclavos, mientras que la incineración estaba reservada para los nobles y rícos, especialmente tras la recomendación de Sila al haber sido ultrajado el cadáver de Mario.
La gente con menos dinero podía sufragar su entierro mediante los "collegia", con cantidades mensuales, esto era habitual entre los gladiadores.

En la puerta de la casa se colocaban ramas de abeto o ciprés para avisar a los viandantes de la presencia de un muerto en el interior. Como señal de duelo evitaban encender fuego en la casa. De alguna manera se consideraba que estaban contaminados.
 
El ritual de un entierro
Funus es el término que se da para el conjunto de ritos que evitan que el alma del muerto vague por la tierra. El entierro de un romano de elevada condición económica y social se caracterizaba por la solemnidad del ritual. Originariamente se hacía de noche ( hasta finales del s. I). Delante de la comitiva fúnebre (pompa) iban los esclavos tocando flautas y  trompetas, los portadores de antorchas, las plañideras profesionales y los mimos. Si el fallecido era ilustre su cortejo pasaba por el foro, donde un familiar cercano pronunciaba una oración fúnebre.
Las tumbas se situaban a lo largo de las vías que se aproximaban a la ciudad, como marcaba la ley (extra muros).

Tumba de Cecilia Metela, via Appia, Roma

Si se incineraba el cadáver, se le cortaba antes  un dedo (os resectum)  y se arrojaban tres puñados de tierra que simbolizaban su enterramiento. Los parientes y amigos ofrendaban alimentos, aceites y todo tipo de objetos. Se encendía la pira con las antorchas llevadas en el cortejo fúnebre. El rito concluía vertiendo agua y vino sobre la pira.
Una vez terminada la cremación, los huesos eran recogidos y se depositaban en una urna. La urna cineraria tenía que ser un recipiente nuevo, específico para ese fin, daba igual la forma o el material. Dichas urnas se podían depositar en columbarios, criptas excavadas o construidas en piedra.

urna funeraria

Si se inhumaba el cadáver, sus restos descansaban en todo tipo de tumbas. Las más modestas eran las fosas comunes, las más ricas mausoleos que recordaban a templos. Antes de darle sepultura se había consagrado mediante el sacrificio de una cerda. El espacio del enterramiento (sepulchrum) adquiría el carácter de lugar sagrado. Las tumbas podían ser individuales o colectivas.
Tras la ceremonia funeral se realizaba un acto de purificación con agua para las personas que habían estado en contacto con el cadáver y a las que habían asistido al funeral. Al día siguiente se celebraba un banquete en honor al muerto que se repetía en los aniversarios para conmemorar al difunto. Los deudos visitaban las tumbas depositando flores y distintos manjares, y se pedía a los antepasados guía y consejos.
Las ofrendas de comida: pan, vino, frutas, uva, pasteles, etc. y flores como violetas y rosas eran habituales y se hacían llegar al difunto a través de un conducto u orificio situado en la cubierta de la tumba, el tubo de libaciones. Estos actos eran realizados por la familia el día de cumpleaños del difunto. Los difuntos eran honrados de forma general los días de Parentalia, que tenían lugar entre los días 13 y 21 de febrero. Otras fiestas dedicadas a los difuntos y más antiguas fueron las Lemurias, celebradas el 9, 11 y 13 de mayo.
La familia romana era el núcleo de la sociedad, y cuando fallecía uno de sus miembros pasaba a formar parte de los antepasados a los que había que rendir culto manteniendo vivo el fuego del hogar. Ya era uno de los protectores de la familia, los Manes, que recibían culto.
La parte visible de la tumba habitualmente tenía una inscripción o epitafio. Las principales fórmulas eran:
• D.M.S. (Diis Manibus Sacrum): Consagrado a los Dioses Manes
• H.S.E. (Hic Situs Est): Aquí está enterrado
• S.T.T.L. (Sit Tibi Terra Levis): Que la tierra te sea leve.
No solía figurar el día de la muerte, se indicaba la edad del difunto, el nombre o la familia a la que pertenecía y finalmente se inscribían unas palabras afectuosas para con el difunto: queridísimo, benemérito, etc.
Sarcófago de piedra. Museos Vaticanos

martes, 1 de noviembre de 2011

El mundo grecolatino de ultratumba (2)


Para los griegos era un deber ineludible enterrar a los muertos, ya que las almas de los que no recibían sepultura ni rito funerario alguno estaban condenadas a vagar eternamente y a perseguir a sus parientes por haber descuidado el cumplimiento de los preceptos religiosos con los difuntos. Sin embargo, esta norma no se respetaba con los ladrones de templos, con los suicidas ni con los delincuentes ajusticiados.
El entierro de los difuntos era uno de los pilares fundamentales de las creencias familiares, ya que los espíritus de los antepasados eran una especie de divinidades a las que se debía rendir culto de forma periódica. Aunque en los poemas homéricos se nos habla de incineración (cf. Patroclo), normalmente los griegos practicaban la inhumación, si bien es cierto que en ocasiones se dan las dos prácticas.
Los ritos funerarios podían ser caros y complejos cuando se trataba de ciudadanos ricos, o modestos y sencillos si se trataba de gente pobre, pero en ambos casos su finalidad era exactamente la misma: asegurar al alma del difunto su tránsito a la otra vida. Según la mitología, Hermes (Mercurio entre los romanos),el dios mensajero, era quien llevaba el alma hasta la orilla de la laguna Estigia, que marcaba la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y era Caronte, el barquero, quien la cruzaba hasta el Hades.

Ánfora geométrica con escena funeraria, Atenas.
Los propios familiares del difunto eran quienes oficiaban las ceremonias fúnebres. Normalmente eran las mujeres de la casa quienes se encargaban de la tarea de preparar el cadáver: lo lavaban, lo ungían y luego lo envolvían en la mortaja.
Una vez dispuesto, el cadáver se colocaba sobre una cama -a esta costumbre llamaban los griegos "prothesis" (πρόθεσις), solía durar un sólo día. A continuación se llevaba el cadáver a la tumba en una carreta o sobre unas andas, sus familiares y amigos seguían la comitiva.  En el cementerio, situado generalmente al lado de los caminos que llevaban a las ciudades, el cuerpo podía ser inhumado o quemado en una pira. En este caso, las cenizas eran recogidas por un hijo o familiar y después se guardaban en una urna. Cuando el cadáver era inhumado, el cuerpo se depositaba en un sarcófago de cerámica o de madera, o simplemente se enterraba sin sarcófago, sobre un lecho de hojas. Al lado del cuerpo del difunto se dejaba una cantidad considerable de cerámica y parte del ajuar que había pertenecido en vida al finado, para que pudiese continuar disfrutando de sus cosas después de muerto. 

Ajuares micénicos. Museo Arq. Nac. de Atenas

A continuación se ofrecían libaciones. Las tumbas eran recubiertas por un túmulo de tierra sobre el que solía ponerse uno de los siguientes monumentos: una estela, una columna, un vaso, etc. Los ricos levantaban en memoria de sus difuntos monumentos más suntuosos en forma de pequeños templos, con una inscripción que recordaba al difunto.
Estelas funerarias. Mus. Arq. Nacional de Atenas

Lécitos del Museo Arq. Nacional de Atenas
En muchos de los museos que conservan cerámica griega, puede verse un tipo de vasos, llamados lécitos, que, en un principio, servían para contener ungüentos y perfumes de todas clases. Estas lécitos, muchas con fondo de color blanco,  adoptaron una función exclusivamente funeraria. Las figuras en ellas representadas son también de carácter funerario: el muerto presentándose cerca de su tumba, simbolizada habitualmente por una columna, o despidiéndose melancólicamente de otra persona, o bien dos mujeres adornando una tumba con ofrendas funerarias.