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martes, 23 de julio de 2013

Museo Arqueológico de Florencia

He de confirmar lo que todo el mundo ya sabe, Florencia, en verano, es un horror. Comprendo que los habitantes de la ciudad odien a los turistas, no es para menos. En pleno julio había miles de turistas haciéndose una foto delante del Duomo o en la plaza de la Signoria. Tranquilos, yo no era una de ellos, nunca he creído que los sitios mejoren conmigo posando delante. Es más, procuro fotografiarme lo menos posible.

El intentar ver los Uffizi era inútil. Si uno no compraba la entrada por internet con un sobreprecio de 4 euros, tenía que hacer un mínimo de cola de dos horas. Pero no muy lejos, a unos ochocientos metros, está el Museo Arqueológico. No había colas, no éramos más de doce personas viéndolo y tiene unas piezas impresionantes. Además, como es un museo nacional, nos hacen descuento a los profesores.
De hecho el guarda tuvo la amabilidad de abrirme una parte egipcia que estaba cerrada con un par de sillas. Entre lo que había en esa sección estaban estos calcetines coptos de la necrópolis de Antínoe.
s. IV-VI d.C.
 En esa misma planta estaba la Quimera de Arezzo, obra etrusca de bronce del s. IV hallada en 1553 por casualidad al trabajar en el exterior de la Porta de San Laurentino.


Pero el plato fuerte estaba aún por llegar. La segunda planta la abrieron para nosostros. Además de un sarcófago pintado por un artista griego, siguiendo el esquema compositivo del mausoleo de Halicarnaso, pero con inscripciones en etrusco, del que ignoraba su existencia.

Para rematar estaba esperándome el vaso François, obra de Ergótimos y pintada por Clitias, considerado la obra cumbre de la cerámica ática. Presenta unas 270 figuras con distintas escenas: la caza del jabalí de Calidón, las carreras de carros en honor a Patroclo, Ayax recogiendo el cadáver de Aquiles o los atenienses desembarcando en el Ática después de haber sido salvados por Teseo del Minotauro.


Aún estoy impresionada.