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martes, 1 de mayo de 2012

La Acrópolis y su azarosa vida (II)

Más tarde, el embajador francés en Constantinopla, el Duque de Choiseul, se llevó una pieza del friso y dos metopas, lo que no fue nada en comparación con lo que se llevaría catorce años después el embajador británico Lord Elgin. Cargó en los barcos unas quinientas piezas, entre ellas una cariátide. Desde Londres envió a la ciudad de Atenas un reloj, como regalo, que fue colocado en el ágora. Los mármoles que están en el Museo Británico para desesperación de los griegos y que empezaron a reclamar insistentemente desde que fue ministra de cultura Melina Mercouri.


No quedaron aquí las desventuras del Partenón, sino que también tuvieron participación algunos restauradores bienintencionados, como el ingeniero ateniense Balanos. A principios del siglo XX tuvo la idea de sujetar los grandes bloques de mármol con pesadas grapas de hierro que anclaba taladrando el mármol. El hierro tiene un coeficiente de dilatación mayor que el mármol - en Atenas la temperatura oscila entre los 0º y los 50º al sol -, y para colmo se oxida. En consecuencia, en los últimos setenta años, el mármol se ha resquebrajado y se ha coloreado con óxido de hierro.
El último de los devastadores de la Acrópolis ha sido la contaminación. Cuando en Atenas reina la calma chicha la contaminación se va comiendo el mármol.
La última restauración de la Acrópolis se inició en  el Erecteion (1979-1987), y entre 1986 y 1990 se realizó el primer proyecto de restaruación del Partenón. El ingeniero Manolis Korres, contaba con la ayuda de ordenadores, nuevos materiales y tecnologías muy avanzadas. La primera de las tareas era una especie de juego de adivinanzas: ¿qué es y dónde se ha de colocar cada uno de los 1.500 bloques y fragmentos de mármol desperdigados por los alrededores? El rompecabezas se complica aún más en los casos en que los fragmentos no llevan decoración alguna.
Después hay que reparar los errores de la restauración de Balanos: quitar las grapas de hierro que resquebrajaron el mármol y limpiar el óxido. Afortunadamente, Balanos dejó indicada la localización de las grapas en los bocetos y planos. Para poder llegar a las fatales grapas, ahora hay que levantar algunos bloques de hasta diez toneladas, para lo que ha sido necesario construir una grúa especial. La que ahora se sitúa en el interior del Partenón, ha implicado unos cuantos problemas. En primer lugar se creó una base de cemento armado de quince centímetros de espesor para que el peso de la grúa se repartiese sobre una superficie más amplia. Este pedestal sobre el que descansa la grúa no debía reposar sobre las losas de mármol del suelo, pues sería imposible retirarlo después sin dañar el suelo original. Los técnicos optaron por aplicar una capa intermedia de fibra de vidrio.
La grúa, construida especialmente para la restauración del Partenón, ejecuta su trabajo al milímetro. Gira sobre una torreta de casi cinco metros de diámetro, de forma que son posibles oscilaciones de fracciones de grado. Los bloques se unirán esta vez con grapas de titanio, el único metal para la eternidad, porque posee casi el mismo coeficiente de dilatación que el mármol pentélico. En la tarea de restauración hay ocasiones en que se ha de recurrir a piezas sustitutorias, éstas proceden de las mismas canteras.

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